Una de las cosas que más pude percibir durante este viaje fue la gran diversidad de razas que hay en este país. Hasta ahora conocí negros, latinos, caucásicos, asiáticos e hindúes; algunos solo estaban de paso, y otros vivían acá. Encontré miles de diferencias entre todos ellos, ya sean sus idiomas, sus costumbres, su cultura, su religión o hasta su estilo de vida. Pero también encontré muchas cosas en común: todos reímos, todos podemos llorar, todos podemos querer, todos podemos soñar. Y aunque por afuera todos seamos muy diferentes creo que por adentro hay algo que nos une a todos. No se qué es, y tal vez nunca lo sepa. Pero me surgió el pensamiento de que así como nací en mi querida Argentina, podría haber nacido en cualquier otro lugar (que yo sepa, nadie puede elegir en donde nacer), y por lo tanto, nuestras diferencias están determinadas por unos cuantos miles de kilómetros, o tal vez por una simple línea imaginaria, o quizás, por tener cierta religión.
Entonces me pregunto, ¿hasta que punto hay que atarnos a nuestras costumbres, religiones, culturas y países? No creo que sean cosas por las cuales tengamos que dividirnos, ya que nosotros podríamos haber tenido cualquier otro, aunque si lo son para identificarnos y ser alguien en el mundo. Sólo es lo que pienso, capaz me equivoco.
FLT
miércoles, 27 de enero de 2010
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